
Genética del estatus
Es un domingo de otoño, la madre propone a sus hijas dar un paseo en bicicleta. Niña 1 de piel como de papel, una piel rojiza de tacto áspero (una mutación genética dijeron) y Niña 2, blanca y redonda como masa de pan, eligen una ruta que pasa cerca de un centro ecuestre. A Niña 2 le gustan los caballos y deciden descansar y contemplarlos. Hay una zona circular en la que montan los niños mientras los padres toman el aperitivo en el bar. Ellos charlan sobre inversiones y coches deportivos; ellas hablan de operaciones de estética y lo vagas que son las asistentas latinas. Un monitor libera a los niños del aburrido carrusel y los guía fuera de la instalación. Niña 3 va vestida con un traje de jinete, lleva un lazo blanco en el pelo sedoso, tiene los ojos azules, cuerpo esbelto y sonrisa cara. Niña 3 vive rodeada de ausencia. Niña 3 pasa por delante de Madre y Niñas 1 y 2 montada en un caballo negro. Las observa mientras ríen, y el agujero de ausencia se le cuela dentro. Traga saliva, para el caballo, las mira sin pestañear y, con un gesto nacido de siglos de práctica y pura raza, abraza al caballo, su caballo, ese caballo que Niñas 1 y 2 nunca tendrán.
«el agujero de ausencia se le cuela dentro»… y llega a colarse hasta dentro del lector… no tengo caballo y el abrazo va para ti.
Gracias Dominique, otro abrao para ti