Agnes Obel, delicada fuerza

No todas las cosas pueden describirse o explicarse; no todas las sensaciones son fácilmente comunicables. El pasado concierto de Agnes Obel en la sala Riviera de Madrid, dónde presentaba su tercer álbum, “Citizens of Glass”, fue una auténtica “cuestión de piel”; algo difícilmente definible. Fue evocación pura.

Reconozco que cuando Víctor me propuso acompañarle al concierto para escribir esta crónica, no había oído hablar antes de esta pianista danesa. A priori, me pareció un plan bastante atractivo, aunque sólo fuera por escapar un par de horas de los casi cuarenta grados de temperatura que teníamos en Madrid. Pero además, a medida que fui documentándome sobre la artista y su trabajo, me di cuenta de que, muy posiblemente, iba a asistir a un auténtico festival para los sentidos…

Y así fue. Se apagaron las luces y comenzaron los aplausos.

Agnes salió al escenario y se atrincheró tras las teclas. Junto a ella, su banda femenina a la percusión y a las cuerdas. La música comenzó a fluir y nos introdujeron desde el principio en un mundo onírico lleno de momentos de auténtica belleza.

 

 

Víctor hacía fotos desde el foso, mientras yo disfrutaba en la pista de la marca vocal etérea de la artista y de su piano. En seguida me di cuenta del enorme carisma de la cantante y compositora sobre el escenario y de su poco afán de protagonismo, cedido claramente, a los instrumentos y a las propias canciones.

Una puesta en escena “sencilla” y delicada con unas percusiones y cuerdas contundentes y arreglos experimentales. El show, como el propio disco, estuvo lleno de sensaciones opuestas: sutileza y fuerza, calma e inquietud, fragilidad y descaro, luz y oscuridad. La vanguardia y el clasicismo se mezclaban a la perfección en cada uno de sus temas dónde, tanto la música como las letras, estaban al servicio de la creación de imágenes bellas y muy potentes.

Me gustó mucho el carácter cinematográfico de las canciones y entre mis favoritas destaco “Family”, “Stone” y “Golden Green”. Melodías transportadoras sobre todo a un mundo interior y personal que giran en torno a la idea-concepto que da título al disco y que parece preocupar a la artista: el ser “ciudadanos de cristal”; concepto que engloba una visión sobre la fragilidad y transparencia como individuos. Sobre la frontera de lo individual y lo privado del artista frente al mundo.

 

En definitiva, escuchar a Agnes Obel en general y en directo en particular, ha sido un regalo hipnotizante que os recomiendo porque como dije al principio, seguramente no haya sido capaz de definir todo lo que allí sentimos… Porque no todas las cosas pueden describirse o explicarse; no todas las sensaciones son fácilmente comunicables. Porque es música.

 

Visceral

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