Ara Malikian y la sombra de Mick Jagger inundan Las Ventas

¿Un concierto de música clásica en Las Ventas? ¿Con violines, violas, cellos, metales y todo eso? Sí, pero no. No eran ni las ocho de la tarde y alrededor de la plaza ya se concentraba un buen número de personas de lo más variopinto: estaban los que acudían de etiqueta como si fuesen al Auditorio Nacional, y los que iban más de andar por casa; familias con niños, gente de mediana edad, más mayores… Si algo ha demostrado Ara Malikian desde hace años, es que la música no entiende de frontera alguna y mucho menos si se eliminan los ‘miedos’ o ‘barreras’ que puede suponer interpretar a los clásicos con un revestimiento de música pop que el violinista de origen libanés ha sabido madurar hasta poder reunir a varios miles de personas en un sitio como la Plaza de Las Ventas.

Problemas de organización aparte—casi nos mareamos rodeando la plaza para encontrar por dónde entrar—, el despliegue de luces y pantallas alrededor del escenario parecía más del tipo ‘Rocanrol Star’ que otra cosa. Solo tuvieron que apagarse las luces para que la aparición de la frondosa melena de Ara Malikian atravesando el ruedo camino al escenario, nos hiciera ver a la versión violinista de Mick Jagger. La extrema sensibilidad de las notas que salían de su violín se acompasaban a la perfección con los reflejos brillantes que emanaban sus pantalones: el show daba comienzo.

 

Intercalando composiciones propias y versiones de lo más eclécticas, Ara Malikian, acompañado de la banda que ha girado con el durante los últimos meses, junto a una señora orquesta que ocupaba la parte posterior del escenario, demostraron cómo se puede intercalar Radiohead con Bizet, o Vivaldi con Lola Flores. El virtuosismo de cada uno de los componentes que cubrían las espaldas a Malikian va más allá de la facilidad para interpretar cualquier pieza, además lo pueden hacer con un dramatismo que roza lo teatral en no pocos momentos.

Esta teatralidad que se desprendía en los gestos, silencios, miradas, y demás expresiones corporales de los componentes, se vio acrecentada por los monólogos que introdujeron buena parte del repertorio de la noche. Digo monólogos porque Ara Malikian, con gran talento —también— en el discurso, no tuvo problema de pararse tras cada canción para contar historias propias cargadas de humor, nostalgia o melancolía, como introducción a las piezas. Este factor seria un handicap para casi cualquier músico, pero el público de Ara Malikian también demanda esta parte del artista. Les gusta su violín, su acento ‘morito’—como el se refirió durante el show sobre su origen—, sus pintas y ese pelazo que danza al compás del arco de su violín.

Más de dos horas de concierto que terminaron con la gente totalmente entregada. Quizás el público que llenó Las Ventas no sea del tipo que se encuentra en los recitales de música clásica —al menos en su inmensa mayoría—, pero está claro que Ara Malikian ha sabido quitarle seriedad a todo lo que rodea a la música clásica, para, con la ayuda de su presencia escénica y su talento interpretativo, crear un discurso propio para que los doctos se rasguen las vestiduras, y las masas puedan disfrutar de la música de Vivaldi mientras se beben una cerveza o comen pipas, como si de una película en 3D se tratara. Y eso, tiene tanto mérito como hacer de ‘La Barbacoa’ una canción inmortal.

 

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Sergio Alarcón
Y ahora si quieren bailar,
busquen otro timbalero.

 

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