
Bee Gees: Gorgoritos antes de la fiebre
¿Cuántos discos conoces de los Bee Gees? Si se lanza esta pregunta al mundo, es muy probable que la mayoría dé la misma respuesta: «uno, el de ‘Fiebre del sábado noche’». Claro que hay friquis que conocen alguno más, pero melómanos al margen, lo curioso es que esta respuesta la podría dar hasta mi madre. Todo el mundo ha bailado y cantado a los Bee Gees en alguna ocasión; quien lo niegue, simplemente, miente. Llama la atención que pese a ser un grupo de gran fama y reconocimiento, por nuestros lares son unos grandes desconocidos si los sacamos de esos trajes blancos a lo Tony Manero que cualquier día de estos se volverán a poner de moda.
Sin pararme mucho en la parte biográfica, los Bee Gees fueron esencialmente un grupo familiar formado por tres hermanos que tuvieron cierto reconocimiento a mediados de los sesenta por tierras australianas. Luego llegó el salto internacional a las listas con distintos éxitos a los dos lados del charco, aunque no fue hasta 1977 cuando su fama traspasó cualquier precedente gracias a su aportación musical en la banda sonora de ‘Fiebre del sábado noche’. El éxito fue tal, que de algún modo su carrera precedente quedó eclipsada irremediablemente a ritmo de Stayin’ Alive.
Muchos, muchos años después de todo esto, me encontraba viajando con The Limboos por algún lugar del centro de Europa durante nuestra primera y humilde gira por aquellos lares. A lomos de la ‘limbooneta’—descanse en paz— a parte de cantidades ingentes de comida para veinte días, llevábamos discos de todos los colores para soportar con mayor ligereza los miles de kilometros del viaje. En algún momento comenzó a sonar un disco de pop psicodélico que peleaba por superar el ruido del viejo motor a gasolina de la furgoneta, cuando de pronto, una canción me atrapó de mala manera. «¿Qué escuchamos?—pregunté—. El primero de los Bee Gees».
Como casi cualquiera conocía a los Bee Gees, incluso había escuchado canciones como ‘World’ o ‘Massachusetts’ en un grandes éxitos de sus primeros años que en algún momento de mi vida había pasado sin pena ni gloria por mis manos. Pero de pronto escuchas una canción y resulta que son ellos, los Bee Gees, y casi no puedes creerlo. La cacnión es ‘Please read me’—ojo a la versión de Nina Simone también—, la penúltima del disco. Es una de esas melodías típicas de los sesenta que tienen ese ‘algo’ que las hace mágicas y se convierten en un bucle constante en tu cabeza.
Después de aquel viaje, volví sobre aquel disco e indagué con un poco de calma en esos primeros años de los Bee Gees, descubriendo con asombro el talento que ya tenían los hermanos Gibb por aquel entonces. Siempre había sido un defensor acérrimo de los Bee Gees, los horteras que conocemos todos; pero desde que descubrí canciones como ‘Holiday’ o ‘One minute woman’, con más razón. Por todo ello, porque el verano se acaba, porque no sé si ponerme jersey o no; en definitiva, porque sí, os invito a descubrir esta época mucho más desconocida del grupo inglés. Ya sé que hay muchos prejuicios sobre su música, porque los Bee Gees siempre tendrán ese punto hortera y siempre serán uno de esos grupos para hacer el payaso cuando bailamos en la disco bajo la bola de cristal; pero abrid los oídos, y veréis que hay algo más allá de la pista de baile.
Muchas de estas primeras canciones también tienen ese punto melodramático y un poco hortera por momentos, pero no hay que confundirse: horteras sí… pero escuchad las melodías, los arreglos; la música en general, y descubriréis a uno de los grandes grupos de la historia del pop. No voy a ponerme a medir si son tan buenos como tal o cual, pero para mí, hablando de este género, siempre tendrán un hueco en mis orejas. Va por ustedes.

Y ahora si quieren bailar,