Descubriendo a María del Mar Bonet

Aquí va mi confesión: Nunca jamás había escuchado a María del Mar Bonet hasta hace un par de días. Sí me sonaba su nombre, pero ya está. Llevaba tiempo sin que surgiera ese momento en el que una voz te traspasa el sentido y te deja muy quieto, sin pensar en nada; simplemente escuchando. Vi su nombre este verano en el cartel del Festival Noroeste en A Coruña y nuevamente lo oí mentar en la televisión hace unos días, cuando ni siquiera prestaba atención.

Y así sin más, un sábado noche no estás haciendo nada y ese nombre se te vuelve a cruzar por la mente. Como el que decide tomar un camino porque sí pones una canción al azar, de las famosas, para ver a qué suena. Y no entiendes la letra, porque no parlas català, pero te fascina igualmente y te suena familiar, como si ya hubieras escuchado esa cadencia de la melodía mil veces en otras voces y en otros lugares. Piensas en el fado y en lo cerca que puede estar el Mediterráneo del Atlántico o en las canciones de Violeta Parra. Y ya está. Pones otra canción y luego otra.

Ahora sería el momento de ir a la Wikipedia e investigar más sobre María del Mar Bonet, pero creo que prefiero no hacer ese ejercicio de periodismo profesional y quedarme en esta capa superior en la que solo importa la música. Solo he escuchado el disco que aquí comparto, uno de sus primeros, y me he puesto a escribir sin saber cuán larga es su discografía o si tiene discos mejores; aún no sé sobre qué canta, pero sí que ya estaba allí cuando coger una guitarra era sospechoso para unos y peligroso para otros.

Realmente no quiero decir mucho más, porque sería muy fácil, por ejemplo, caer en la trampa de tener que justificar el hecho de que no duele el catalán a pesar de estos tiempos que corren.  A cambio de mi evasiva, me ha venido a la mente algo que escribió Nietzsche y creo que con esto es suficiente: “El pueblo comprende poco lo grande, esto es, lo creador. Posee en cambio gran olfato para todos los actores y comediantes que simulan cosas grandes”. Amics, así habló Zarathustra.

 

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Sergio Alarcón
Y ahora si quieren bailar,
busquen otro timbalero.

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