
Esbozos sobre los Beatles, el Sgt. Pepper’s y la relatividad
No tenía previsto escribir nada al respecto, pero hoy he vuelto a escuchar el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Como sabréis, y si no os lo cuento, acaba de cumplir cincuenta años. Siempre he fantaseado con lo que tuvo que ser descubrir a Los Beatles en tiempo real. Imaginad, uno de junio de 1967. Seguramente, el lanzamiento del disco fue anunciado a bombo y platillo; además de la expectación debido al período más largo entre dos discos de los Beatles. Tienes veinte años, veinticinco, eres un joven inglés que ha crecido con cuatro tipos de Liverpool en tus orejas; compras el disco, llegas a casa, empieza a sonar.
Nunca fui inglés y supongo que nunca lo seré, como tampoco viviré en 1967. Al menos recuerdo la sensación de descubrir el Sgt. Pepper’s. Creo que tendría unos quince años y Los Beatles ya eran mi grupo de cabecera. Fue esa época de las descargas musicales primitivas y los 56K de internet. A mis manos llegó ese famoso CD-ROOM que debe tener medio planeta en el que están recopilados todos los discos de los Beatles con sus caratulas y letras. No había llegado la fiebre de las listas de ‘los mejores de’, ni tampoco sentía ningún tipo de presión social por estar en la onda.
Simplemente llegaba de clase y me ponía a escucharlos. No exagero si digo que sonaban hasta que me acostaba. Al principio escuché los recopilatorios típicos, donde estaban las canciones que ya conocía y me encantaban. Luego, poco a poco, fui parando en esas otras canciones que no estaba en los recopilatorios. Mi razonamiento juvenil fue que si no estaban en esas compilaciones se debía a que eran canciones menores. Pronto fui consciente de mi error.
Curiosamente, las canciones del Sgt. Pepper’s no suelen encontrarse en los típicos ‘Greatest Hits’, salvo dos o tres excepciones. La canción que me giró el cerebro fue una de ellas: Lucy in the sky with diamonds. Lo recuerdo bien. No es que la canción me encantase, ni siquiera me hizo alzar a los Beatles al nivel extraterrestre, algo que luego fue obvio para mí. Lo que sucedió es que no sabía que pensar, ni sabía muy bien cómo interpretar lo que me hacía sentir. En mí, se producía una fascinación extraña y misteriosa cada vez que comenzaba la canción, algo que me sucedía con otras canciones del disco.
Durante un tiempo, esa extrañeza me hacía decantarme por otros álbumes como Help! o A Hard Day’s Night, más directos y comprensibles. Mis conocimientos musicales se limitaban a tres cintas de viaje en el coche de mis padres, un disco de Dire Straits y las veinte canciones más mediáticas de los Beatles. Simplemente, no entendía esos sonidos orientales y psicodélicos. Ni siquiera sabía que era la psicodelia.
Los Beatles comenzaron a ser como un mantra para mí. La extrañeza se convirtió en familiaridad a los pocos meses. Cada día descubría una nueva canción favorita. Ya no tenía ningún límite. Fue entonces cuando el Sgt. Pepper’s se transformó en mi disco favorito, aún lo sigue siendo durante dos o tres meses al año. Todo en él me parecía —me parece— mágico. Desde la portada y sus mil personajes, la estética de los Beatles durante esa época y por supuesto cada una de sus canciones.
Desgranar el disco y contar historias de los Beatles se lo dejo a los medios mayoritarios e intranscendentales. Ya está todo escrito y documentado en mil sitios. Prefiero parar en ‘A day in the life’ por ejemplo. Estar enamorado de una canción es algo mucho más cercano y un sentimiento increíble para cualquiera que lo vive. Probad a escucharla a buen volumen, tumbados a la sombra de este sol camorrista que no se deja mirar, ¿hay algo más increíble?
Justo escucho aquello de “I’d like to tu u u u rn yo u u u u oooo o o o nn” mientras escribo. Ha sido un impulso de poco más de media hora escribir estas líneas. Lo mismo que dura uno de los discos de mi vida. Algo que me hace pensar en Einstein y la relatividad. Ya que sí, el tiempo pasa para todos y todos envejecemos; sin embargo, y por más veces que escuche el Sgt Pepper’s, sus trece canciones siempre son infinitas.

Y ahora si quieren bailar,