
Incursión en la sabrosura para espíritus errados.
Sé que es bastante complicado oír mentar ‘música latina’ y no sentir un frío escalofrío pensando en cómo nos va a taladrar las orejas el último hit reggaetonero de turno. Esto lo digo, por supuesto, desde mi punto de vista; aunque no comprenda qué mágica fórmula se esconde tras la mayoría de este tipo de canciones, algo debe haber ahí, digo yo… Pero más allá de gustos quiero reivindicar la definición de ‘Música latina’ desde esta pequeña ventana abierta al mundo cibernético. Creo que existen tantos prejuicios que cuando dices a alguien ‘Me encanta el latineo’, es muy posible que tu interlocutor ponga cara de póquer, apriete los mofletes para sonreír, y diga ‘ah, qué bien’.
Porque claro, son muchas asociaciones a chicas semidesnudas bailando con recatadas maneras al lado de tipos con un gran gusto estético espetando letras que son coros celestiales para todos los defensores de la igualdad entre hombres y mujeres, pero la música latina es infinitamente más que eso; solo hay que ir un poco más atrás en el tiempo y empezar a indagar en los ritmos y artistas que hicieron del Caribe la piedra angular de la música mundial durante varias décadas.
Y si queremos afinar un poco más, no cabe duda hacia dónde debemos apuntar nuestras orejas: Cuba. Si algo caracteriza la historia de la isla caribeña es la continua mezcolanza de culturas de todos los lugares del mundo. Como no puede ser de otra manera, la historia musical vinculada a la isla es un claro ejemplo de ello. De los ritmos africanos y la cultura europea fueron surgiendo ritmos y estilos que se fueron extendiendo por toda América primero para seguir fusionándose con otras culturas y músicas.
Y es aquí donde quiero olvidarme de las lecciones históricas ya que no paso de mero aficionado. Prefiero hablar de nombres propios. Como por ejemplo, Pérez Prado y su orquesta, quien llevó el mambo a todos los rincones del mundo; o Tito Puente, quien eliminó cualquier tipo de límite entre la música latina y el jazz norteamericano a través de sus timbales. Estos quizás sean de los más mainstream pero una vez que entras en este mundo, la cantidad de artistas de todas las décadas que van de los años 30 a los 60 es inabarcable; eso sin contar a todos los artistas ajenos a la música latina que la integraron en sus obras: de los Henry Mancini o Quincy Jones a Charlie Parker o Nat King Cole, por poner algunos.
Para mí, fue entonces, sobre los primeros años setenta, cuando toda esa sabrosura comenzó a difuminarse hasta acabar por perderse en lo que hoy se conoce como música latina salvo contadas excepciones. Por suerte, solo hay que empezar por una canción, pongamos ‘Químbara’ de Celia Cruz, una de las últimas grandes, y a partir de ahí dejarse llevar por el ritmo y comenzar a bucear en toda la música que puedes encontrar a partir de un nombre propio y más en estos tiempos en los que todo está a un click.
Como es verano y hace tanto calor, no voy a extenderme más. Solo voy a dejar una pequeña lista con mucha de la música que todo el mundo debería bailar sin contemplación y sin prejuicios, solo a modo de introducción a aquellos que no sepan por dónde tirar, o los que quieran simplemente gozarlo. Ya sé que casi no he dicho nada pero cuando se trata de Ray Barretto, Bebo Valdés, Machito o tantos otros, es mejor dejarse de palabrería, y que la música haga el resto.

Y ahora si quieren bailar,