Jacco Gardner’s Somnium: alfombras, silencio y fantasía

Dame cien sillas y tres alfombras e inventaré el silencio en un concierto, dijo el sabio. Quiero creer que Jacco Gardner es un mesías y lo acontecido en la Sala Caracol una fantasía a rememorar. En este mundo de presente tan efímero y volátil cabe la esperanza cuando un músico, acompañado por una música, es capaz de interpretar un disco instrumental sin apenas interrupciones: ni comentarios al fondo, ni —un exceso— de móviles paseando sus flashes por la sala; ni siquiera muchos aplausos aunque sí mucha atención, como si el recital fuera un concierto clásico en el que solo se debe aplaudir al final.

Tampoco sabría medir de ninguna forma en qué punto desaparece la verdad y aparece la pantomima. Diría que es un misterio, probablemente esta frase sea una pantomima en sí por la que no se pueda llegar a la verdad en ningún caso. Sea como fuere, para mi recuerdo queda la sensibilidad expresada por Jacco Gardner la pasada noche. La pista de la Sala Caracol fue el epicentro en el que el músico holandés, de apenas treinta años, desplegó todos sus cachivaches para interpretar Somnium, su último disco. Alrededor del inusual escenario, compuesto por algunas alfombras, se situaban algunas decenas de sillas en las que algunos mods intrépidos y una mayoría de lo más ecléctica, dejó que la atmósfera que surgía de los sintetizadores y demás artilugios les —nos— sumiera en un estado de ensoñación.

 

 

Musicalmente, me compadezco de aquellos que acudieron esperando que Jacco Gardner desplegara las canciones de sus primeros álbumes, en los que demostró la capacidad para regalar canciones pop psicodélicas de gran altura. Lo que engrandece a los artistas es seguir su propio camino, no tratar de satisfacer gratuitamente. Somnium evoca al Bowie más experimental de aquella maravilla llamada Low o a un Vangelis rodeado de replicantes en un after hours. Es curioso que en pleno 2019, un disco así llame la atención por lo arriesgado de la propuesta. Tristemente, nos hemos convertido en una sociedad muy conservadora en la que consumimos lo que nos dicen sin energía para emprender una búsqueda propia.

Pero no quiero ponerme cáustico, y como dije ahí arriba, hay lugar para la esperanza. Probablemente, Somnium se convierta en un disco de culto el día de mañana, una rareza para los exploradores de la plataforma que guíe nuestras escuchas digitales en el futuro. Sin embargo, el silencio y el respeto que se vivió en Caracol, demuestran que existe un público despierto y dispuesto a seguir buceando más allá de los cánones convencionales. Ojo, también puede ser todo una pantomima, quizás la gente se aburrió y las cervezas a cinco euros hayan producido un efecto lisérgico y sanador mientras escribo estas líneas, pero como dijo Mulder: «I want to believe».

 

firma-sergio
Sergio Alarcón
Y ahora si quieren bailar,
busquen otro timbalero.

Tal vez también te interese

Deja un comentario