
¿Que no conoces el Pet Sounds?
Cómo recuerdo aquella pregunta, aquella tarde preveraniega en la que había acudido a mi cita semanal con Felipe, mi profe de guitarra. Creo que tendría unos dieciséis años; hasta entonces, para mí los Beach Boys eran lo que son para tanta gente: ese grupo de canciones playeras de manual que todo el mundo es capaz de tararear. “Pero esto no tiene nada que ver, aquí van más allá que cualquiera, incluso que los Beatles…”. En ese momento, claro, me tocó la fibra sensible. No conocía el Pet Sounds ni el nombre de Brian Wilson, pero la comparación con los cuatro de Liverpool sonó como una osadía para mí.
Entonces puso su equipo a buen volumen mientras una ligera brisa entraba por la ventana y su gata se revolcaba en la funda de la guitarra como solía hacer. Comenzó a sonar ‘God only knows’. Escuchar por primera vez una canción así, en aquellos años en los que cada semana era una aventura musical, en la que grupos de todas las épocas llegaban a mis oídos, fue, simplemente, mágico.
No sé si la cota que Brian Wilson alcanzó es más o menos que la de alguno de los grandes discos de los Beatles, esa sería otra discusión más estilo patio de colegio; pero sin duda, al menos para mí, es uno de los grandísimos discos de la historia del pop, y qué mejor excusa que el cincuenta aniversario de su publicación para hablar un poco de él, aunque prefiero no soltar la parrafada de datos, fechas y demás asuntos a mano de cualquiera por la red.
Prefiero parar en las sensaciones y mi propia experiencia, como por ejemplo la primera vez que vi esa portada y pensé “Guau… el disco molará, pero con la portada no se han roto la cabeza…”. Claro que con el tiempo, como suele pasar cuando algo te gusta, le pillas el puntillo y en vez de ver unos tipos frikis dando de comer a unas cabras, solo ves a Brian Wilson rodeado de sus secuaces en el mejor momento de la historia de la banda; y esas letras amarillas sobre fondo verde en las que no habías reparado se convierten en tu tipografía favorita.
Pero más allá de lo peculiar de la funda del disco, están las canciones que lo componen. Tras escuchar el Rubber Soul de los Beatles, Brian Wilson se propuso hacer un disco a la altura en el que todas las canciones fueran notables. Para los no familiarizados, si me refiero a Brian Wilson y no a The Beach Boys, es porque, como dijo Denis Wilson, “Brian Wilson es Los Beach Boys, nosotros somos sus mensajeros”. No solo componía las canciones, sino que además fue el productor y arreglista de la mayor parte de los discos de la banda, incluido claro, el Pet Sounds. Digamos que lo que en The Beatles se repartía entre Lennon, McCartney, Harrison, y la importantísima labor de George Martin en la producción, en el grupo californiano era todo obra de un chaval de 25 años con un oído privilegiado—Además literalmente. Al parecer realmente solo oye bien por un oído desde su juventud—.
Musicalmente, las trece pistas que componen el disco son pequeñas obras maestras que cambiaron el rumbo de la música Pop de los años sesenta. Sé que una afirmación así, en una década y unos años tan ricos en nombres inmortales puede parecer exagerada, y aunque ciertamente el disco no gozó de un gran éxito comercial, sí que fue fundamental y una gran influencia para toda la escena musical del momento. Desde The Beatles hasta The Who, pasando por Cream o The Byrds.
El brillo de las canciones se puede sentir desde el primer segundo de ‘Wouldn’t it be nice’, canción que abre el álbum, hasta los ladridos que suenan al final de ‘Caroline, no’, pieza final. Quizás, si nunca has escuchado el disco, esperes algo como ‘I get around’ o ‘Surfin’ USA’, pero lo que esconde el Pet Sounds va por otros derroteros. Por supuesto que la piedra angular de la obra son las voces y las melodías del grupo, que en esta ocasión se vuelven más complejas aunque sin perder la inmediatez y una bella sencillez. Brian Wilson sabía el poder vocal que tenía a sus espaldas, pero para conseguir alcanzar un resultado perfecto, el músico californiano se hizo con los servicios de la conocida como “The Wrecking Crew”, un amalgama de músicos que se esconde tras la grabación de la mayoría de los grandes éxitos compuestos en la costa Oeste de EEUU —Existe un interesante documental con el mismo título muy recomendable—.
¿Que The Beach Boys no grabó la música del disco? Exacto. Creo recordar que quitando alguna guitarra, el resto fue interpretado por los mejores músicos de sesión posibles; los mismos que grababan con Phil Spector o The Byrds, por poner un par de ejemplos. Esta decisión, aunque difícil para el ego de la banda, fue fundamental para alcanzar un sonido sobresaliente, por no mencionar la introducción de una inmensidad de instrumentos hasta entonces bastante insólitos en lo que a pop se refiere: vientos, cuerdas, percusión de orquesta, acordeones, theremines, clavicordios, timbres de bicicletas…
De esta manera, y tras largas sesiones de grabación en las que Brian Wilson estrujó a los músicos hasta alcanzar el sonido que tenía en su cabeza, un día de mayo de 1966 salió a la luz el Pet Sounds. Después de aquel lanzamiento, la historia del grupo sufriría una serie de sucesos que acabarían por diluir el gran e irrepetible talento de Brian Wilson para, con el paso de los años, convertirse en una caricatura del grupo que pudieron llegar a ser. Así dicho parece que The Beach Boys acabaron olvidados cuando la realidad es bien distinta, pero precisamente por lo que comentaba antes, si alguien no familiarizado con la banda piensa en The Beach Boys, lo hacen al son de ‘Surfin Safari’ con unas palmeras y unas camisas bien horteras. Pocos serán los que relacionen el nombre con el disco que puede ponerse al lado de cualquiera de los grandes discos de la historia.
Recuerdo bien aquella tarde en la que descubrí el Pet Sounds, y recuerdo cuando ‘God only knows’ llegó a su parte final por primera vez. Aquel canon de voces que escucho mientras escribo estas últimas líneas han pasado por mis oídos innumerables veces desde entonces. No recuerdo una sola vez que no me haya emocionado al escuchar esa melodía que se repite hasta desvanecerse en el silencio. Espero que con este pequeño homenaje en forma de palabrería, haya quien quiera escuchar el disco una vez más o, con suerte, alguien se decida a descubrirlo. No se me ocurre un final mejor.

Y ahora si quieren bailar,