
Nora la pianista y otros casos de animales músicos.
¿Qué poder supremo se apodera de cualquier persona cuando ve a un animal humanizarse? Me refiero a esos bichos adorables de toda índole, capaces de hablar o manejarse con una tabla de skate mejor de lo que lo haría yo si no temiese morir en el intento; o esos otros que se bailan alguna de Michael Jackson, incluso esos otros que se hacen unos selfies de cuidado. Desde luego, quiero diferenciar éstos de los que son sometidos por algunos monstruos con pinta de humanos, cuyo único afán es la explotación animal para su propio beneficio.
Está claro que los animales que poseen dichas destrezas son más bien poco conscientes de lo que están haciendo—a menos que vengan Mulder y Scully a decir lo contrario—; no obstante, demuestran una inteligencia absoluta frente a nosotros: “Quiero una galleta, así que voy a hacerme un moonwalking y listo.” —piensa un pájaro de nombre Roberto ante María, una señora de 65 años—.
De todos ellos, y ya que aquí hablamos de música, me gustaría centrarme en aquellos que de pronto se ponen a tocar un instrumento. Internet es una mina constante de vídeos de animales poseídos por el alma de Jimi Hendrix o Mozart, pero solamente me pararé en tres de mis favoritos y en el efecto sanador que produce en la inmensa mayoría que los ve. No voy a entrar en cuestiones técnicas, ni en los porqués que hay detrás de estos animales, capaces de arrancar una sonrisa a ese señor mayor que jamás has visto sonreír o enternecer al tipo más malo del barrio.
Creo que la famosa frase “la música amansa a las fieras” adquiere una nueva significación con ejemplos como los que siguen. Comenzaré por un Dúo Dinámico versión Golden Terrier. Los más escépticos buscarán razones para suponer que la dueña de estos adorables perros no debe tener muchos amigos, y por ello dedica el tiempo a que sus compañeros peludos desarrollen sus destrezas musicales.
No cabe duda de que a estos dos perrunos le ha llevado algunas horas desarrollar su carrera como pianistas caninos; no obstante, la genialidad en ocasiones necesita de cierto entrenamiento. Por el contrario, existen casos de puro talento que solo necesita de un encontronazo entre animal e instrumento. Algo así dicen que sucedió cuando Paco de Lucía cogió una guitarra por primera vez, y creo que los dos próximos ejemplos son su correspondiente cuadrúpedo.
No es una guitarra sino un acordeón lo que este perro, que cuando no toca sonríe a cámara, es capaz de hacer sonar con un sentido musical pasmoso. Y no solo eso, sino que además lo hace sin atender a ningún tipo de señal o premio; simplemente, sigue la canción para aportar su talento como solista al acordeón. ¡Que venga Piazzola y lo vea!
Por más veces que lo vea, no puedo evitar llorar de la risa con tanta genialidad sostenida sobre cuatro patas. Pero para finalizar me he guardado mi ejemplo favorito de cómo un animal puede robarnos el corazón a través de un instrumento. Su nombre es Nora, y seguro que muchos ya la conocéis. Se trata de una gata que un buen día decidió que quería ser pianista. Comenzó acompañando a algunos alumnos que estudiaban en su casa y acabaron por utilizar fragmentos de su obra para crear una composición original.
Nadie puede saber qué le pasa por la cabeza a Nora cuando toca las teclas del piano, pero por inconscientes que sean sus melodías, no cabe duda de que el sonido le produce una gran satisfacción. Creo que ahí se encuentra lo más emocionante del poder que puede tener la música, y de cómo no es necesario entenderla ni siquiera poder hablar, para que ésta nos consiga evocar todo tipo de sentimientos, aunque estos se traduzcan con un ronroneo.

Y ahora si quieren bailar,