Tropicália: el Sgt. Pepper’s brasileño.

No se si han sido las últimas noches de calor o el sonido MIDI de ese merengue del demonio que vamos a seguir escuchando por estos lares durante una buena temporada, pero lo cierto es que aquí estoy de nuevo para hablar de música, y otra vez proveniente de Brasil. En principio iba a tirarme el rollo sobre Beethoven pero me ha parecido un exceso para un lunes; y de pronto, mientras me mimetizaba con el sofá abandonando toda esperanza de escribir algo, ha venido a mi cabeza esa palabra: ‘Tropicália’.

Lo de la tilde en la ‘a’ es brasileira claro, aunque la connotación de la palabra es universal. Para entrar en materia hay que remontarse a mediado de los años sesenta, más concretamente a 1967. La dictadura había llegado un par de años antes a Brasil y con ella la represión política y cultural: se instauró entonces una campaña tremendamente politizada a favor de la cultura tradicional brasileña en todos sus ámbitos, rechazando todo lo ajeno a ésta.

Esta postura, que obtuvo un gran seguimiento por parte de los sectores más conservadores, dejó a un lado la mezcolanza de culturas que siempre caracterizó y caracteriza a Brasil. Esta situación, unida al momento de auge a nivel mundial de distintos movimientos contraculturales, fue determinante para el nacimiento del movimiento tropicalista, quienes lejos de rechazar la cultura tradicional brasileña, basaban sus acciones en la ausencia de fronteras artísticas, integrando cualquier tipo de influencia dentro de su propia tradición.

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Y así llegamos a 1967, la dictadura sabía de la importancia que tenía para la opinión pública dar una visión moderna y por ello organizaban distintos actos como el festival de Música Popular Brasileña (MPB), que aquel año celebró su tercera edición. El evento se convirtió en una ‘batalla’ entre los sectores más tradicionalistas y los más críticos con el régimen, y de aquel día surgieron nombres como el de Gilberto Gil, Caetano Veloso, Chico Buarque o Los Mutantes, quienes interpretarían un tipo de música nueva y totalmente contraria a los cánones establecidos: había nacido el Tropicalismo.

Aquella música se caracterizaba por una total libertad creativa: a la influencia de la samba o la bossa-nova añadieron el rock and roll occidental o la psicodelia que provenía de Norteamerica. La oposición al movimiento fue de una gran ferocidad mediática, boicoteando conciertos y poniendo poco menos que de ‘traidores de la patria’ a sus integrantes. Sin embargo, nada de esto detuvo el crecimiento de su influencia en Brasil.

Fue en ese momento dulce para los tropicalistas cuando se juntaron con el propósito de perpetuar y concretar los ideales de su movimiento. Para tal propósito no solo participaron músicos, también poetas y artistas plásticos, y de aquel colectivo nació el disco ‘Tropicália: ou Panis et Circensis. Publicado en 1968, aquel trabajo contó con Tom Ze, Caetano Veloso, Os Mutantes o Gilberto Gil entre otros, creando un disco puramente conceptual donde tiene cabida la tradición y la experimentación de una manera homogénea a lo largo de las doce canciones que lo forman.

No existe ningún disco que se le parezca en la música popular del siglo XX. El disco es un manifiesto en pro de la cultura brasileña entendida como puente hacia el resto de culturas del mundo, poniendo en relieve las posibilidades del arte en un momento de la historia mundial en el que la revolución cultural no entendía de fronteras. Este mensaje tan acorde a aquellos años de ‘Paz y amor’ tuvo su cota más alta con la publicación de este disco. Tras su publicación, el régimen endureció su persecución a todo lo ‘no brasileño’, teniendo a este grupo de artistas en su punto de mira, muchos de los cuales fueron encarcelados o forzados a salir al exilio.

Tras esta persecución, el movimiento, entendido como la manifestación artística en contra de la dictadura, fue acallada aunque no su influencia en los años posteriores. La dictadura duró hasta 1985, y a pesar de lo lejano que quedó el Tropicalismo en el tiempo, el paso de los años resaltó su valía y riqueza musical. La influencia de aquellas canciones y de este disco en particular siguen vigentes a día de hoy; que le pregunten a gente como Devendra Banhart o Beck —por poner un par de los más modernetes como ejemplo—.

En fin, sé que es tarde para decir que voy a pasar de la palabrería, pero aquí os dejo el disco para que lo disfrutéis. Canciones como ‘Miserere nobis’, ‘Panis et circensis’ o ‘Parque industrial’ son claro ejemplo de este movimiento que solo duró tres años a finales de los sesenta, y que sin embargo, sigue manteniendo vigente su riqueza y frescura artística. Feliz lunes.

 

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Sergio Alarcón
Y ahora si quieren bailar,
busquen otro timbalero.

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