
Un buen puñado de tonterías sobre Nirvana.
Es muy probable que la gran piedra angular de la música para todo aquel que ronde la adolescencia, veintena, treintena o la cuarentena —esto suena a que duele—, sin entrar en que uno sea popi, heavy, rocker o cómo vuestras mercedes gusten de considerarse, sea Nirvana. Esta reflexión podría ser una buena patochada matutina sin mucho fundamento; y hablar de un grupo como Nirvana puede parecer, a priori, cansino, repetitivo, ¿Nirvana? Por favor… La cuestión es que esta mañana he cogido el coche (prestado) y justo antes de salir de casa me he acordado que andaba el Nevermind por el salón, y que el vehículo en cuestión poseía, sobre todo, canción tristona.
Ya veis, un pequeño momento de lucidez que ha desembocado en que os dé la chapa un ratillo. Pero mientras escuchaba esas canciones que todos amamos un día, que más tarde nos aburrieron de ponerlas una y otra vez; canciones que siempre bailamos en los bares cuando suenan, aunque sea con una medio sonrisa entre nostálgica y autocomplaciente, he sentido no un retorno a la adolescencia, sino la certeza de la atemporalidad de cada una de las tonadas que se marcó el bueno de Kurt Cobain en ese disco que siempre fue inmortal.
Entonces, ¿existe material para crear un debate o un artículo? Nadie ha dudado nunca que Nevermind es un discazo, no me interesa hablar de ello. Lo que me ha llevado a escribir de un tema tan manido ha sido esa sensación de ‘vale, esto es cojonudo a todas luces’. De pronto, he recordado cuando mi tío tenía mi edad y mi primo y yo acabábamos de descubrir a Nirvana hace, al menos, quince años. Creo que entonces, mi tío escucho ‘In Bloom’, ‘On a plain’, o cualquiera de las canciones que forman el disco, con unos oídos similares a los míos esta mañana. ¿Será que me he hecho mayor?
Simplemente, cuando eres un chaval empiezas a escuchar Nirvana, y eso ya mola. Es algo incuestionable: Nirvana=molar. Ni lo dudas ni te planteas cuánto te gusta, así se entra en Nirvana con quince años, igual que el que empieza a fumar. Luego pasa el tiempo y te reafirmas a medida que se suceden los años; y de pronto, llega un día como hoy, en el que sientes que es cierto de verdad, con fundamento.
¿Y por qué ahora a los treinta? No lo sé, a lo mejor nunca lo había analizado y ya está. Habrá quien encuentre absurdo todo esto. Pero hay mil tópicos que siempre se han dicho de este disco y que tampoco había pensado mucho sobre cuánto tenían de cierto. La gente decía ‘se nota la influencia de los Stooges’, ‘esas guitarras suenan muy Pixies’; incluso aquello de ‘le encantaban los Beatles’. Lo cierto es que pasaban las canciones y pensaba ‘joder qué buena’, y así una tras otra. Yo qué sé, a lo mejor he tenido una epifanía en toda regla.
Pero ahora que ya he plasmado en unos cuantos párrafos mis pensamientos, creo que seguramente solo son un buen montón de tonterías, aunque quizás no tanto como para empezar de nuevo. Supongo que todo tiene que ver con la mierda de volverse más contemplador y analizador de las cosas. Pues a mí mismo me digo, ¡al carajo! Espero no volver a sentir que tengo oídos de treintañero, cuarentón y lo que siga. Que todo haya sido un momento de falsa lucidez para recuperar un disco, paradójicamente, muchas veces olvidado en el cajón. Amiguitos, Nirvana y el Nevermind; y claro In Utero o el Unplugged, son increíbles. Siempre lo fueron, y me da igual que toda esta palabrería os parezca una paja mental que no vale para nada: a veces es necesario decir las obviedades bien alto. Yo, por lo pronto, voy a seguir con el ‘In Utero’. Poperos, jevorros, punkis, pijoteros, jazzeros, ciudadanos del mundo en general, nunca olvidéis los orígenes.