Hoy 15 de febrero The Limboos estrena un videoclip de su nuevo tema Big Shot como adelanto de su tercer álbum Baia y se lanza en exclusiva en la Cadena Ser. Tenemos el orgullo y la satisfacción de decir que hemos sido los creadores del mismo a través de Laphillestudio.
La música sigue, incluso cuando ha terminado el tema, la música sigue su camino. Llega hasta rincones insospechados, se cuela por cualquier orificio, no sólo el más obvio, las orejas. La vibración puede entrar por la nariz y las notas se respiran, también por los ojos sin que nos demos cuenta y proyecta imágenes en nuestra mente; y por la boca, a veces casi sin digerir.
Si hay algo de lo que estoy convencida es de que el talento atrae al talento. Por eso, cuando en el concierto de Novana disfrutamos (además de ella) de un guitarrista de manos grandes y gesto amable, supe que tenía que tirar del hilo. Él es Vázquez, Edu Vázquez, o solo Edu.

The Wave Pictures
Es la quinta vez que voy a ver a The Wave Pictures, desde que por azar los viera por primera vez en Manchester. Esta vez tocó en Madrid. Sala Sol, para ser concretos. Además, con la feliz coincidencia de que era el décimo aniversario de la primera vez que tocaban en la ciudad, lo que le daba un empaque especial al evento.
Para todos a los que nos fue arrebatado ese bello don que es tener una buena voz cuando nacimos, existen momentos en los que bien por ocio, mero aburrimiento o incluso pura inspiración, soltamos aquello de «me encantaría cantar como…». Hay muchas voces únicas e indiscutiblemente formidables; luego, además, están las que nos atraviesan sin concesión. Aquí entran unas medidas totalmente personales, claro está. Dentro de mi lista no escrita de cantantes favoritos hay muchos que considero un regalo a cualquier amante de la música; y de entre ellos, están los que tienen esa voz que te hace pensar «qué increíble sería tener esa voz». Para mí, dentro de dos o tres nombres, hay uno que siempre me lleva a este pensamiento: Scott Walker.
Esta mañana, mientras algunas gotas de lluvia se esforzaban en vano por refrescar el bochorno que inunda Madrid, Víctor laphille —ese chico guapo que hace esas fotos tan tope de gama que podéis ver por aquí—, me ha sugerido escuchar unas listas de música Indie que ha confeccionado para laphille en Spotify. «Molaba que escribieses algo sobre el Indie, aunque sea para meterte con él»—en plan bien, que nadie se ofenda—. Yo una vez fui moderno, pero hace un rato me he dado cuenta de que ya no lo soy. No veáis un tono excesivamente jocoso hacia el concepto ‘moderno’, si queréis un poco sarcástico y distendido, pero solo por el calor que hace: las cuestiones sesudas para cuando baje de 25 grados. Por supuesto, me refiero a la parte musical, abordar la modernidad entera sería una osadía.
Sé que es bastante complicado oír mentar ‘música latina’ y no sentir un frío escalofrío pensando en cómo nos va a taladrar las orejas el último hit reggaetonero de turno. Esto lo digo, por supuesto, desde mi punto de vista; aunque no comprenda qué mágica fórmula se esconde tras la mayoría de este tipo de canciones, algo debe haber ahí, digo yo… Pero más allá de gustos quiero reivindicar la definición de ‘Música latina’ desde esta pequeña ventana abierta al mundo cibernético.
Lo sé. Soltar ‘sensaciones’ y ‘Bossa Nova’ en un título puede ser el preámbulo de un torrente de pedantería sin parangón, pero nada más lejos de la realidad. Tenía la idea de escribir algo sobre el tema, pero a medida que le daba vueltas caí en un par de cuestiones:
Tendría unos diecisiete años cuando escuché por primera vez una canción de Silvio Rodríguez. Por aquel entonces, la guitarra era un apéndice de mi ser que rara vez se separaba de mis manos. Día tras día, al llegar del instituto, me dedicaba a tocar y tocar hasta que llegaba el fin de semana; en ese momento, salía de casa con la guitarra lloviese o tronase, para seguir tocando y canturreando por los parques.
Si hay algo bueno que tiene un lunes a las siete de la mañana, cuando el despertador suena para dar comienzo a una nueva semana, es la facilidad de hacer mejores el resto de días que se han quedado atrás desde el lunes anterior. Por anodinos o rutinarios que hayan sido, todos ellos parecen mejores cuando suena ese maldito invento del demonio —en los últimos tiempos integrados en nuestros celulares—.
Cómo recuerdo aquella pregunta, aquella tarde preveraniega en la que había acudido a mi cita semanal con Felipe, mi profe de guitarra. Creo que tendría unos dieciséis años; hasta entonces, para mí los Beach Boys eran lo que son para tanta gente: ese grupo de canciones playeras de manual que todo el mundo es capaz de tararear. “Pero esto no tiene nada que ver, aquí van más allá que cualquiera, incluso que los Beatles…”.
¿Qué poder supremo se apodera de cualquier persona cuando ve a un animal humanizarse? Me refiero a esos bichos adorables de toda índole, capaces de hablar o manejarse con una tabla de skate mejor de lo que lo haría yo si no temiese morir en el intento; o esos otros que se bailan alguna de Michael Jackson, incluso esos otros que se hacen unos selfies de cuidado.
Es muy probable que la gran piedra angular de la música para todo aquel que ronde la adolescencia, veintena, treintena o la cuarentena —esto suena a que duele—, sin entrar en que uno sea popi, heavy, rocker o cómo vuestras mercedes gusten de considerarse, sea Nirvana.
Hola.
He estado un buen rato dándole vueltas a cómo comenzar este primer artículo, en éste mi estreno como escribidor musical para Laphille. No son pocas las ocasiones en las que observamos un cuadro o escuchamos una canción mientras pensamos: «eso lo puedo hacer yo»; o un simple y llano, «esto está chupao».