A Serafín le gustaban las mujeres grandes. Cuando digo grandes, quiero decir GRANDES. Su primera novia era digamos de un grande estándar, pero, según pasaban los años, le fueron atrayendo mujeres cada vez más altas, más anchas, mujeres en expansión como el universo después del Big Bang. No le duraban las parejas porque siempre tenía la sensación de que la mujer de sus sueños estaba por ahí, vaya usted a saber dónde, esperándolo.
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